Cada 3 minutos se roba una vivienda en España. Sufrir o no un robo puede parecer una lotería, pero realmente no es así, influyen muchos factores en la elección del objetivo. En la mayoría de los casos, los ladrones no asaltan las viviendas de forma aleatoria. Las bandas especializadas en robos en viviendas, cada día más profesionalizadas, estudian muy bien los accesos, las medidas de seguridad, los horarios y comportamientos de los inquilinos y a la hora de elegir a sus víctimas siempre tienen en cuenta el binomio rentabilidad-riesgo. Como si de un trader se tratase, los intrusos miden muy bien sus golpes. Valoran el riesgo del asalto (dificultad, tiempo, medidas de seguridad) y su rentabilidad (potencial del botín).
En caso de que la balanza se incline por el lado del riesgo (incertidumbre del resultado), salvo desesperación o inexperiencia, rehusarán el asalto a la vivienda. Cuanto mayor sea el riesgo que asuman en un asalto, mayor tendrá que ser la rentabilidad esperada.
«Yo en el pueblo siempre dejo la puerta de casa abierta y nunca me han robado nada»
¿Quién no ha escuchado esta frase alguna vez? Si bien es verdad que los robos son más habituales en domicilios de zonas urbanas y viviendas de primera ocupación, si en la casa del pueblo no echamos la llave y nunca hemos sufrido un robo, seguramente será porque no hay ningún objeto de valor para los intrusos. Si en el garaje luce una bicicleta de alta gama en lugar de la oxidada G.A.C. Motoretta (este modelo sólo lo conocerán los que hicieron E.G.B.), las posibilidades de sufrir un robo se incrementarán exponencialmente. La «casa del pueblo» no tiene un escudo deflector que le protege de toda amenaza -como la Estrella de la Muerte-, si no roban en la «casa del pueblo» es porque entra en juego el binomio rentabilidad-riesgo con una rentabilidad potencial muy baja para los intrusos.
Si tenemos en cuenta esta teoría, si la vivienda está habitada, salvo que el botín sea muy atractivo (joyero, empresario, deportista), los ladrones no se arriesgarán a cometer un robo con violencia por las consecuencias legales que puede tener.
Si en nuestra vivienda disponemos de objetos de mucho valor, que tengan fácil salida en el mercado negro o altas cantidades de dinero en metálico, los asaltantes asumirán el riesgo de forzar puertas o ventanas, sabotear medidas de seguridad e incluso actuar a plena luz del día. Por eso es imprescindible evitar la ostentación (sobre todo a través de redes sociales) y evitar disponer de grandes cantidades de efectivo en casa. En caso de que sea inevitable, es necesario contar con los sistemas de seguridad apropiados para inclinar la balanza por el lado del riesgo y dejar de ser un objetivo rentable para sufrir un robo.
La forma más eficiente de proteger nuestra vivienda es ser conscientes del atractivo y valor del contenido y poner en marcha medidas de seguridad acordes a este contenido, lograr que el tiempo y riesgo del asalto haga que no merezca la pena ponerlo en marcha. Tanto en la economía como en el mundo de la delincuencia, los conceptos rentabilidad y riesgo siempre van unidos.
Fuente: Juan Antonio Díaz Humanes (www.inmodiario.com)